domingo, 5 de agosto de 2012

Capítulo 3: Mathias

Un día más, como todos hasta ahora, Mathias fue a la taberna que había cerca del cuartel. Ese bar era la segunda casa de los policías alemanes destinados en Brest, se pasaban todo su tiempo libre allí bebiendo e insultando a todo aquello que oliese a francés.
Mathias se desinhibía, su cuerpo estaba en la taberna, pero su cabeza estaba en otro sitio, en todos los sitios en los que le gustaría estar, en su Brandemburgo natal, en una playa en España, en Venecia... tenía ambición por conocer mundo, pero el deber le ataba.
De pronto, mientras pensaba en todo lo antes nombrado, se le acercó una muchacha pelirroja, su cara le era extraña, nunca la había visto pulular por el bar.
- Hola, me llamo Aisha - le dijo con desparpajo - nunca te había visto por aquí, ¿como te llamas?
Mathias se sintió extrañado, sin ton ni son esa chica le había abordado con una sorprendente facilidad, no sabía que responder. Sabía que sus compañeros le estaban mirando, esperaban una bravuconada contra la que ellos consideraban "asquerosa francesa", pero Mathias no era así, en realidad esa chica le había impresionado, le había gustado.
Mientras se debatía entre decir lo que pensaba o lo que los demás pensaban que debería decir, se quedó embobado, simplemente observando a Aisha. Ella, conocedora de lo que pensaba Mathias, volvió a hablar.
- ¿No serás mudo verdad? - sonrió -
- Eeeeh, perdón, estaba pensando en otras cosas, me llamo Mathias, ¿Qué es lo que quieres? - Respondió intentando ser borde, pero sin conseguirlo-
- Mathias, bonito nombre, ¿te gustaría quedar algún día?, ¿eres nuevo por aquí no? ¡te enseñaré la ciudad y sus secretos!
En ese momento, Mathias se dio cuenta de que sus compañeros hacía tiempo que no prestaban atención a su conversación, se apartó un poco del grupo para hablar, se sentía mas libre.
- De acuerdo, cuando tu quieras, estaré encantado.
Entonces Aisha le guiño el ojo y se alejó contoneándose. Mientras  volvía a sus labores, Mathias se fijó mas fijamente en ella, le gustaba, no podía parar de observarla, ya no había marcha atrás.

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